Denuncia tras denuncia, juicio tras juicio, el expresidente Donald Trump, después de concluido su mandato, no ha dejado de deambular entre diferentes tribunales de justicia de Estados Unidos; primeramente, por el caso “Stormy Daniels”, donde se le acusó del delito de abuso sexual y soborno por el pago del silencio de una actriz, denuncia que fue acogida por un juzgado de New York.

El juicio, con importantes ribetes sensacionalistas, por las características del delito, es una más de las acusaciones en que se ha visto involucrado Trump en el último tiempo; luego de ella, vino la denuncia de la fiscalía por retener documentos oficiales cuando dejó la Casa Blanca, los “Mar-a-Lago Papers” como se le denomina, incluyen un centenar de archivos clasificados y de defensa norteamericana, que hubo que retirar de su casa en Florida; posteriormente se le imputó por el delito de intentar revertir los resultados electorales de la presidencial pasada, y que incluyó actos conspirativos, de manipulación y el conocido asalto al Capitolio para impedir la certificación de la victoria electoral de Joe Biden; y recientemente se le declaró judicialmente responsable de fraude por falsear, por cerca de una década, sus estados financieros, generándole beneficios económicos por alrededor de 200 millones de dólares.

Lo más sorpresivo de todas estas denuncias, independiente de la evidente gravedad de los hechos que se le atribuyen al expresidente Trump y que lo tienen como el primer exmandatario imputado en la historia norteamericana; es que cada condena que recibe, trae consigo un aumento en las encuestas, posicionándolo como el candidato Republicano con mayores posibilidades de ganar las primarias de su sector, sin ir más lejos, recientemente arrasó en el caucus (un estilo de elección interna) del estado de Iowa, y que marca el inicio del proceso de primarias de cara a la elección del 5 de noviembre próximo.

La pregunta que surge es ¿hasta qué punto un sector político está dispuesto a justificar lo que sea a cambio de acceder al poder? ¿En qué momento los principios se supeditaron al fin justicia los medios? Reconociendo la relevancia de las encuestas, no pueden ser éstas la brújula para la designación de nuestras autoridades; recordemos que años atrás la centro izquierda chilena prefirió llevar a Alejandro Guillier -que marcaba muy bien en las encuestas- por sobre el expresidente Ricardo Lagos, el resultado es por todos sabido y aún en la interna recriminado; de igual forma, recientemente hemos visto a la UDI apoyando incondicionalmente a la alcaldesa de Las Condes, pese a la investigación en curso.

Los principios éticos y las normas legales no pueden supeditarse a la popularidad que ostente un personaje en particular, como tampoco la sociedad debe estar disponible a transar sus principios democráticos a cambio de acceder o mantener el poder. Lo vivido en el país del norte es un reflejo alarmante de la realidad mundial, donde los populismos de extrema derecha e izquierda, se posicionan y generan adhesión en la población, pero con ello emana la evidente contracara de gobiernos reñidos al resguardo invaluable de la democracia.

Felipe Vergara Maldonado
Analista Político
Universidad Andrés Bello