Lo que sí había era el deseo de recuperar el cuerpo de su hermano Milton, migrante irregular y discapacitado, que fue golpeado en Iquique, el 19 de mayo pasado, hasta la muerte. Mientras los acusados están en prisión preventiva, ella viajó para darle una muerte digna al “Pajarito”, como lo llama. Con ayuda de una funeraria iquiqueña, el Consulado de su país y el Hogar de Cristo, no sólo logró cremarlo, sino que este miércoles vuela a Cali con sus cenizas en un ánfora.

– Yo le decía: “Hermano, no importa que ahora te falte una patica. Lo importante es que conservas tus alas, mi Pajarito”. Milton era un espíritu libre, por eso en la familia le decíamos “El Pájaro”.

La ingeniero y socióloga colombiana Nancy Domínguez Moreno (66) intenta mantener la entereza. Ser fuerte. No quebrarse. Pero la pena se la gana a ratos, como ahora, en que recuerda los deseos de volar, de conocer el continente, de su hermano Milton.

Nancy aterrizó el viernes ante pasado en Iquique, en un vuelo comercial, con la tarea de repatriar o, al menos, darle digna sepultura a Milton.

Viene de Cali, donde viven ella, su mamá y la mayor parte de sus hermanos.

– Éramos siete; ahora quedamos cinco. En el curso de un año y medio, murió mi papá. Tenía 99 años. Se fue de vejez, pero en perfecto uso de sus facultades. Se leía la biblioteca entera. Le gustaba mucho instruirse; de ahí sacaba su lenguaje, porque era un hombre de argumentación muy agradable. Después murió mi hermano mayor, de una enfermedad renal muy grave. Y luego vino el asesinato de Milton –enumera, tratando de controlar el llanto.

Milton Domínguez Moreno es el migrante en situación irregular, que fue golpeado por cuatro ex marinos, borrachos, la noche del 19 de mayo pasado. Para justificarse, lo acusaron de liderar una banda de ladrones extranjeros. Y, por eso, lo patearon en el suelo y le pegaron incluso con su propia muleta hasta dejarlo moribundo. Falleció al día siguiente por traumatismo encéfalo craneano en el Hospital de Iquique.

Llevaba poco más de dos años en Chile. Había entrado por Colchane desde Bolivia, se había auto denunciado, lo mandaron a una residencia sanitaria –estábamos en pandemia–. Ahí, en el baño, contrajo una bacteria gangrenosa y terminó con su pierna derecha amputada a la altura de la rodilla. Probablemente influyó la tardanza con que lo atendieron. El que no tuviera papeles retrasó la asistencia médica y debieron intervenir unas voluntarias de la Cruz Roja para que lo ingresaran al hospital. Salió de allí con una discapacidad y la esperanza de conseguir documentos de residencia y una prótesis. Seguía convencido de que en Chile podría ejercer como técnico en mantención de paneles solares. “Él se certificó en el SENA de Colombia y vino a Chile porque sabía que aquí, en el desierto de Atacama, hay mucho desarrollo de esa energía”.

Al momento de su muerte, no tenía ninguna de las dos cosas: ni papeles ni prótesis.

MORGUES REALES

Su hermana asegura que ni siquiera la pérdida de su pierna lo desmoralizó. Al menos fue así hasta que mantuvieron contacto regular.

Nancy llora, se desborda en lágrimas cuando nos muestra el último video que recibió de él. Es 24 de diciembre de 2022. “Es el día de su cumpleaños, el mismo de Jesús. Está jugando en el mar, saluda con la mochila en alto. Se ve feliz”.

Por eso, cuando el avión bajó para aterrizar y Nancy divisó las playas de Iquique, toda su fortaleza se desvaneció. “Yo venía fuerte. Mandatada como líder de la familia a una misión muy difícil, que ninguno de mis hermanos se sentía capaz de asumir. Pero ver esas playas, me hizo recordar esa imagen y me quebré”.

Por sus problemas cardíacos –usa marcapasos–, los médicos le recomendaron que no fuera ella quien hiciera el reconocimiento del cuerpo de su hermano, el que lleva casi dos meses en el Servicio Médico Legal de Iquique. “Temen que me pueda hacer mal”.

Un temor razonable en cualquier circunstancia, pero que se agrava al pensar que el cuerpo fue maltratado duramente y lleva dos meses en la morgue. Una imagen terrible, pero fantasiosa y exagerada, porque la vida real no es como el cine.

En Chile, nos explica un tanatólogo experto, el reconocimiento de un cuerpo se basa en la huella digital y en el material genético. “Así se reconoce protocolarmente un cuerpo en Chile. Y nos importa mucho mantener la dignidad, tanto del fallecido como de sus deudos. Es el pariente más cercano quien reconoce de manera facial a su ser querido, el que está en la urna, con todo el cuidado y respeto que merece. Acá no se ven parientes desmayándose al ver a la persona muerta en una bandeja metálica, desnuda, como en las películas”.

Pamela Chacana, jefe del programa para personas en situación de calle del Hogar de Cristo en Iquique, es quien hizo el reconocimiento en nombre de Nancy. La trabajadora social y todo el equipo de calle de la fundación conocieron a Milton. Es más; él vivió varios meses, después de la amputación de su pierna, en la Hospedería de Hombres del Hogar de Cristo, a petición del Ministerio de Desarrollo Social. Pero, más o menos por los mismos días en que su hermana perdió contacto con él, Milton dejó el programa de la fundación para terminar viviendo en las calles de la ciudad, donde lo encontró esa salvaje y estúpida muerte.

RAZONES DE UN VIAJE

– ¿Cuál era exactamente el objetivo de tu viaje, Nancy?

– Darle a mi hermano las pompas fúnebres que, por su dignidad de ser humano, merece. Hacerlas acá, porque a él le encantaba este país al que llegó con tanta ilusión. Me decía: “Quiero vivir aquí. Aquí puedo ganar mucho con los paneles solares. Ya tendré el dinero para que me vengan a ver y traigan a la mamá en primera clase”. Y yo lo molestaba porque a mí me mandaría para volar en económica, como un excedente. Eran bromas que nos hacíamos. Pero todos habíamos renovado nuestros pasaportes para venir a verlo pronto. Yo, mi esposo, que era muy amigo de él, y mi madre, que está muy mayor y ha sufrido mucho por tantas muertes en un plazo tan breve.

Dice que inicialmente habían pensado en cremar el cuerpo, esparcir parte de las cenizas en una playa de Iquique y llevar el resto a la finca familiar en Colombia donde plantarían un árbol con ellas. “Eso consolaría mucho a nuestra madre. Ella sabe que lo mataron, pero no sabe cómo. Recién la pobrecita está recuperándose. Tiene 86 años y está un poco malita de la cabeza, muy medicada. Realmente, no sabemos cómo y qué contarle de los últimos días de Milton”.

Nancy habla de la etapa en que perdieron contacto. Cuenta que hasta antes de eso, su hermano estaba lleno de planes. “Tenía tantos sueños. Cuando dejó de vivir en el Hogar de Cristo, no nos contó. Yo pienso que quizás tuvo una picada emocional y se desconectó de todos. No sé. Pero amigos y personas cercanas a él que se comunicaron conmigo después de su muerte, me hablan de Milton como un referente de fortaleza y resiliencia. Decía: ´Se me cayó una pierna, no los brazos. Sé que podré salir adelante´. Era un ejemplo para todos”.

Hace un par de días, Nancy nos dijo que el ataúd más modesto se lo dejan en 400 mil pesos y que el uso de la tumba por un año cuesta 259 mil pesos. “Para eso tengo el dinero, pero yo necesito que nos garanticen su sepultura por cinco años, que es lo que dice la ley para el caso de una persona asesinada”, explica.

En esos trámites, está Nancy. Y lo ha ido logrando. Probablemente, esta semana consiga recuperar el cuerpo de su hermano.

Asegura que como familia no tienen sed de venganza. “En nuestro corazón, no hay odio. Chile tiene sus instituciones y confiamos en que la justicia funcionará en lo penal. A nosotros ahora nos importa lo humano, darle digna sepultura”.

EL PÁJARO

– ¿Por qué crees que en un momento Milton escogió la calle y dejó el Hogar de Cristo?

– Cuando él se desconectó fue porque una ola le arrebató su teléfono. Sucedió justo después de mandarme ese video tan lindo que me envió el día de su cumpleaños. Después reapareció, porque alguien le regaló un laptop y por ahí conversábamos. No sabemos realmente qué pasó con él. Yo pienso en un bajón emocional. No sé. Lo que sí le puedo asegurar es que él nunca le hizo daño a nadie. Eso sí que lo sé; la maldad no estaba en él.

Los Domínguez Moreno son caleños, pero sus progenitores proceden de un pueblo de la sierra del Cauca. Cuando ya tenían dos hijos, migraron a Cali. “Mi padre era zapatero de pies especiales, de pies chapines. Entonces era muy corriente que los niños nacieran con los pies hacia adentro, torcidos”. Es lo que se llama pie equinovaro o pie chapín, una deformidad cada vez más escasa.

Dice Nancy:

– Los zapatos de mi papá tenían muy buena fama. Pero luego esa enfermedad se controló, casi ya no se ve en el país, y él empezó a hacer zapatos a medida. Yo estudié ingeniería industrial y administración de empresas, y con el apoyo de una fundación que asiste a las pequeñas empresas, monté una empresa familiar de trabajo en cuero. Mi papá nos puso sus máquinas. Hacíamos maletas hermosas, de cuero maravilloso y estilo italiano.

Hace como 28 años, ese emprendimiento empezó a sufrir con las importaciones chinas y la violencia del narco. Cerraron. “Hasta entonces teníamos una buena situación. Todos los hermanos, salvo Milton, hicimos estudios universitarios. Yo misma soy ingeniera, administradora de empresas y socióloga, gracias a que tuve el apoyo de Empresas Carvajal, que me becó. Estudié en Israel y en Italia”.

– ¿Por qué Milton no fue a la universidad?

– Él es el cuarto de los hombres y, sin duda, era el más inteligente de todos. Tenía dos capítulos escritos de un libro. Alcanzó a colgar dos en Facebook, donde ves su capacidad de reflexión. Su IQ era sobresaliente. Hizo la básica en tres años y la secundaria, que en Colombia, es de seis años, en cuatro. Nunca le pude ganar al ajedrez. Era de una inteligencia superior, pero era además libre, medio jipi.
Asegura que sabía trabajar. Su mejor etapa fue la de “rutero superdotado”. Se refiere al oficio de mensajero en los tiempos en que no había Google Maps y la intrincada ciudad de Cali era un laberinto para la mayoría. Entonces Milton era el más rápido y eficiente.

Cuando lo entrevisté en 2021, él se lamentó de no haber seguido en eso. “Ahora con la moda de los Rappi, yo sería el mejor”, me dijo.

Nancy cuenta que, aunque nunca se casó, fue padre. De una niña. “La pequeña falleció de muerte azul o súbita, como la llaman, a los tres meses de vida. Ese fue quizás el golpe más fuerte que sufrió en su vida. Nunca se casó. Hubo muchas mujeres que él amó y que lo amaron. Lo digo por las muchas que llegaron a darnos el pésame”.

Nancy se alivia hablando de su hermano. De lo bien que cocinaba y cosía, gracias a que su madre era una feminista adelantada, que no sabía de machismo en un país tan patriarcal como Colombia.

– ¿Por qué no entró a Chile legalmente?

– No sé. Era la forma en que él andaba. No en vano, le decíamos El Pájaro. Yo también me pregunto por qué con tantas habilidades que tenía no pudimos enrumbarlo a la universidad y por qué él, como hombre adulto que era, no logró más. Por qué perdió el contacto. ¿Perdió su resiliencia? ¿Tuvo un desmoronamiento emocional? Nunca lo sabremos. Pero lo que sí sé es que era un hombre bueno, incapaz de dañar a nadie. Ahora lo único que importa es que me entreguen y poder sepultarlo, cumplir mi misión. Y que se haga justicia. Eso. Nada más.

Pero hubo más: un empresario iquiqueño, el dueño de la Funeraria Cubillos y su mujer, le ofrecieron a Nancy la cremación del cuerpo por sólo 600 mil pesos y no los más de dos millones pesos que cuesta. Es la plata con la que ella cuenta. Incluso un poco menos. Está exultante. Este lunes fue cremado el cuerpo. El martes le entregaron el ánfora con los restos. Y hoy miércoles volará a casa junto al Pajarito, su hermano querido.

Por: Ximena Torres Cautivo