Vivimos en un mundo donde las ideas vuelan por todos lados. Todo lo que pensamos, decimos o escribimos ya ha sido dicho de alguna forma antes. Cambian las palabras, pero el fondo suele ser el mismo. Entonces, surge una gran pregunta: ¿Quién puede decir que algo le pertenece si miles ya lo han dicho antes?. Y más aún: ¿Cómo seguimos hablando de “originalidad” cuando todo ya está publicado, compartido y transformado una y otra vez?.
Esto se complica todavía más con la llegada de la inteligencia artificial (IA), que no solo escribe textos y crea imágenes, sino que ahora también decide si lo que hacemos es realmente nuestro o si estamos copiando. ¿No es irónico que una máquina, entrenada con millones de textos hechos por personas, ahora sea la que diga si lo que tú escribes es original o no? Estamos ante una tremenda contradicción. Y la idea de “propiedad intelectual” como la conocimos parece estar haciendo agua.
La trampa de la “producción propia”
En Chile, si un medio de comunicación quiere postular a fondos del Estado —como los Fondos de Medios— una de las condiciones clave es demostrar que hace “producción propia de contenido”. Suena bien, porque en teoría se quiere apoyar a medios que realmente generen cosas nuevas, desde sus territorios y con sus propias voces.
Pero en la práctica, esta regla muchas veces termina perjudicando a los medios pequeños y medianos. ¿Por qué? Porque estos medios no tienen los recursos de los grandes: trabajan con pocos periodistas, sin equipos técnicos ni abogados, y muchas veces sus contenidos se basan en el esfuerzo colectivo, en tomar información de otras fuentes, darle una vuelta, reorganizarla y adaptarla para su público. Eso también es crear, aunque no siempre se valore.
En cambio, los grandes medios -con más dinero, más gente y más herramientas- pueden cumplir fácilmente con el papeleo y las reglas, aunque su contenido no sea necesariamente más auténtico o cercano a la gente. Aunque no califican para estas postulaciones.
Parece que quienes hacen estas reglas tienen una idea muy idealista (y poco realista) del periodismo, como si todo tuviera que salir “de cero”, sin mirar lo que ya existe. Pero en un mundo lleno de información, eso es casi imposible.
¿Qué es realmente ser original hoy?
La idea de originalidad está cambiando. Antes se creía que cada obra tenía un dueño claro: un autor, un texto, una idea. Pero hoy, con los memes, los videos que se editan mil veces, los contenidos compartidos en redes y la ayuda de la IA, todo se mezcla.
Crear hoy no es como antes. Es más bien un trabajo colectivo, una combinación de cosas que ya existen. Todos nos inspiramos en algo o en alguien. Y la línea entre inspiración, adaptación y copia ya no es tan clara.
A eso se suma que ahora hay máquinas que analizan si algo “ya existe” o si es “único”. Pero… ¿una máquina puede realmente entender la creatividad? ¿Puede saber si un contenido tiene valor para una comunidad? La IA puede comparar frases y palabras, pero no sabe si un texto emociona, educa o genera un cambio. Y eso también es parte de crear.
¿Cómo deberían evaluarse los fondos públicos para medios?
Hoy el sistema para entregar fondos públicos a medios necesita una actualización urgente. En vez de enfocarse tanto en si algo es completamente nuevo o no, deberíamos fijarnos en si el contenido tiene impacto, si es útil para la comunidad, si aporta al debate y si refleja lo que pasa en los territorios.
Porque, siendo honestos, el actual sistema termina favoreciendo a quienes saben manejar bien los requisitos formales, aunque su contenido no diga mucho. Y por otro lado, deja afuera a muchos medios comunitarios o independientes que, desde la precariedad, hacen esfuerzos enormes por informar y conectar con su gente.
No se trata de permitir copiar y pegar sin criterio. Se trata de entender cómo funciona realmente la creación hoy. Y dejar de mirar la producción de contenidos como si estuviéramos en los años 80.
¿Y entonces? ¿A quién pertenece una idea?
La propiedad intelectual, tal como la conocimos, está cambiando. No se trata de eliminarla, sino de adaptarla a los tiempos que corren. En lugar de seguir pidiendo “originalidad absoluta” en un mar de información compartida, deberíamos preguntarnos: ¿Esto aporta? ¿Tiene sentido para alguien? ¿Genera conexión?.
Porque tal vez, en esta época, ya no haya dueños únicos de las ideas. Solo muchas formas de decir lo mismo… y hacerlo con alma, corazón y vida, desde nuestras realidades, para nuestras comunidades.
Juan Carlos Hernández Caycho
Director de Medios IQQ