En una jornada histórica para la región, se llevó a cabo la instalación oficial del nuevo Consejo Regional de Tarapacá (CORE), conformado por los consejeros recientemente electos. Este órgano colegiado asume el desafío de guiar el desarrollo territorial, económico y social de una región con profundas necesidades y un potencial extraordinario.

La pluralidad ideológica de los consejeros promete una dinámica interesante dentro del CORE. Las visiones de izquierda abogan por fortalecer políticas sociales que beneficien a los sectores más vulnerables, como el acceso a una vivienda digna, educación de calidad, salud integral y el impulso a proyectos sostenibles en zonas rurales. Por su parte, los pensamientos de derecha ponen énfasis en la promoción de inversiones privadas, la modernización de la infraestructura regional y la generación de empleo a través de incentivos para el emprendimiento.

La clave para avanzar será encontrar puntos en común. Este es el momento de demostrar que podemos superar las diferencias y construir juntos. Tarapacá merece un Consejo que busque la armonía entre el desarrollo económico y el progreso social.

El nuevo CORE tiene la oportunidad de demostrar que la conciliación de posturas ideológicas no solo es posible, sino necesaria para alcanzar el desarrollo integral de Tarapacá. La región necesita consejeros que sean líderes visionarios y que actúen como puentes entre las demandas ciudadanas, las políticas públicas y las iniciativas privadas.

La mirada de este Consejo será determinante para que Tarapacá no solo crezca, sino que lo haga con equidad, inclusión y sostenibilidad, sentando las bases de una región más unida y próspera.

Este desafío implica abordar con responsabilidad los problemas estructurales que han afectado el desarrollo equilibrado de la región. Es crucial que los consejeros regionales, en su diversidad de ideas y enfoques, comprendan que su labor no solo consiste en aprobar proyectos o administrar recursos, sino en ser arquitectos de un futuro compartido, donde cada ciudadano y ciudadana de Tarapacá se sienta representado y beneficiado por sus decisiones.

El crecimiento económico, aunque esencial, debe ir acompañado de una visión social y cultural que respete las tradiciones y el legado de los pueblos originarios, especialmente de las comunidades indígenas aymaras, promueva la equidad en las zonas urbanas y rurales, y priorice la sostenibilidad como eje transversal de cada proyecto. El compromiso debe centrarse en crear condiciones para que todas las familias tengan acceso a oportunidades reales de progreso, especialmente en áreas como la educación, la salud, la vivienda y el empleo digno.

Asimismo, lograr una región más unida y próspera requiere poner en marcha un modelo de gobernanza participativa, donde las comunidades tengan voz en las decisiones que afectan su entorno. La incorporación activa de organizaciones sociales, comunidades indígenas, especialmente aymaras, empresarios y jóvenes permitirá construir políticas públicas que respondan a las necesidades y aspiraciones reales de la ciudadanía.

El Consejo Regional debe ser un espacio de encuentro para fomentar el diálogo franco, sincero y productivo, demostrando que las diferencias políticas pueden transformarse en una riqueza de ideas cuando se trabaja con el objetivo común de mejorar la calidad de vida de los habitantes de Tarapacá. Solo así se logrará un desarrollo que no excluya a nadie y que, en cambio, sea motor de integración y progreso.

La prosperidad que todos soñamos para Tarapacá no es un objetivo inalcanzable, sino el fruto del esfuerzo conjunto y del liderazgo visionario que este Consejo Regional puede y debe ejercer. La región merece un equipo de trabajo comprometido no solo con su presente, sino también con las generaciones futuras, que sean quienes hereden una Tarapacá más fuerte, justa y sostenible.

Juan Carlos Hernández Caycho
Gerente General
Alianza Mundial Aymara