En la antesala de nuevas elecciones, la sociedad se enfrenta a una pregunta crucial: ¿está la clase política actual verdaderamente preparada para escuchar el clamor de la ciudadanía y velar por el bienestar de todos, o simplemente se mueve para beneficiar sus propios intereses y los de su entorno más cercano? Esta interrogante cobra especial relevancia en un contexto donde la desconfianza hacia los partidos políticos, sus líderes y el ejercicio de la política en general ha alcanzado niveles sin precedentes.
El ciudadano ha despertado. Ya no cree ciegamente en las promesas vacías de campaña ni en la integridad de quienes dicen representarlo. Se vislumbra un creciente deseo de autogobierno y un escepticismo que, en algunos sectores, incluso apuesta por la intervención de las fuerzas militares para restablecer un orden que se percibe en peligro.
Este desencanto no ha surgido de la nada; ha sido alimentado por los propios políticos, quienes han sembrado las semillas de una oleada de descontento que ahora amenaza con convertirse en un tsunami de indignación. Basta con observar lo que sucede en la región, donde, a pesar de faltas graves en la administración pública, sanciones e incluso malversación de fondos, ciertos candidatos siguen apareciendo en las papeletas, listos para ser elegidos o reelegidos.
¿Quién se encargará de hacer justicia? ¿Serán las urnas o la justicia divina las que pongan fin a esta situación? La respuesta la conoceremos una vez se revelen los resultados de las votaciones. Mientras tanto, es fundamental que los ciudadanos comprendan el valor de su voto. No debemos dejarnos seducir por una cara bonita, promesas de alimentos, sueños de vivienda propia, actividades deportivas, ni por las grandes fiestas y banquetes que a menudo acompañan las campañas políticas.
Es imperativo que votemos no por alianzas políticas tradicionales o de arrastre, sino por aquellos que han demostrado resultados concretos, tangibles y beneficiosos para la comunidad. Solo así podremos garantizar que nuestra región continúe avanzando hacia el crecimiento y el desarrollo que todos deseamos. Es el momento de apostar por cambios sólidos, específicos y duraderos, y por aquellos líderes que, independientemente de su afiliación política, han sabido construir consensos en favor del bienestar común.
Juan Carlos Hernández Caycho
Asesor – Consultor Comunicacional